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Mensaje  jose Jue Ene 24, 2008 9:58 pm

La Venta del Asno



Erase un chicuelo astuto que salió un día de casa dispuesto a vender a buen precio un asno astroso. Con las tijeras le hizo caprichosos dibujos en ancas y cabeza y luego le cubrió con una albarda recamada de oro. Dorados cascabeles pendían de los adornos, poniendo música a su paso.
Viendo pasar el animal tan ricamente enjaezado, el alfarero llamó a su dueño:
-Qué quieres por tu asno muchacho?
-iAh, señor, no está en venta! Es como de la familia y no podría separarme de él, aunque siento disgustaros...
Tan buena maña se dio el chicuelo, que consiguió el alto precio que se había propuesto. Soltó el borrico, tomó el dinero y puso tierra por medio.
La gente del pueblo se fue arremolinando en torno al elegante asnito.
¡Que elegancia! ¡Qué lujo! -decían las mujeres.
-El caso es... -opuso tímidamente el panadero-, que lo importante no es el traje, sino lo que va dentro.
-lnsinúas que el borrico no es bueno? -preguntó molesto el alfarero.
Y para demostrar su buen ojo en materia de adquisiciones, arrancó de golpe la albarda del animal. Los vecinos estallaron en carcajadas. Al carnicero, que era muy gordo, la barriga se le bamboleaba de tanto reír. Porque debajo de tanto adorno, cascabel y lazo no aparecieron más que cicatrices y la agrietada piel de un jumento que se caía de viejo. El alfarero, avergonzado, reconoció:
-Para borrico, yo!

Fin

Los Geniecillos Holgazanes



Erase unos duendecillos que vivían en un lindo bosque. Su casita pudo haber sido un primor, si se hubieran ocupado de limpiarla. Pero como eran tan holgazanes la suciedad la hacía inhabitable.
-Un día se les apareció la Reina de las hadas y les dijo:
Voy a mandaros a la bruja gruñona para que cuide de vuestra casa. Desde luego no os resultará simpática...
Y 'llegó la Bruja Gruñona montada en su escoba. Llevaba seis pares de gafas para ver mejor las motas de polvo y empezó a escobazos con todos. Los geniecillos aburridos de tener que limpiar fueron a ver a un mago amigo para que les transformase en pájaros. Y así, batiendo sus alas, se fueron muy lejos...
En lo sucesivo pasaron hambre y frío; a merced de los elementos y sin casa donde cobijarse, recordaban con pena su acogedora morada del bosque. Bien castigados estaban por su holgazanería, errando siempre por el espacio...
Jamás volvieron a disfrutar de su casita del bosque que fue habitada por otros geniecillos más obedientes y trabajadores.



Fin


La Falsa Apariencia

Un día, por encargo de su abuelita, Adela fue al bosque en busca de setas para la comida. Encontró unas muy bellas, grandes y de hermosos colores llenó con ellas su cestillo.
-Mira abuelita -dijo al llegar a casa-, he traído las más hermosas...
¡mira qué bonito es su color escarlata!
Había otras más arrugadas, pero las he dejado.
-Hija mía -repuso la anciana-
esas arrugadas son las que yo siempre he recogido. Te has dejado guiar por las y apariencias engañosas y has traído a casa hongos que contienen veneno. Si los comiéramos, enfermaríamos; quizás algo peor...
Adela comprendió entonces que no debía dejarse guiar por el bello aspecto de las cosas, que a veces ocultan un mal desconocido.



Fin

El Viajero Extraviado



Erase un campesino suizo, de violento carácter, poco simpático con sus semejantes y cruel con los animales, especialmente los perros, a los que trataba a pedradas.
Un día de invierno, tuvo que aventu-rarse en las montañas nevadas para ir a recoger la herencia de un pariente, pero se perdió en el camino. Era un día terrible y la tempestad se abatió sobre él. En medio de la oscuridad, el hombre resbaló y fue a caer al abismo. Entonces llamó a gritos, pidiendo auxilio, pero nadie llegaba en su socorro. Tenía una pierna rota y no podía salir de allí por sus propios medios.
-Dios mío, voy a morir congelado...
-se dijo.
Y de pronto, cuando estaba a punto de perder el conocimiento, sintió un aliento cálido en su cara. Un hermoso perrazo le estaba dando calor con inteligencia casi humana. Llevaba una manta en el lomo y un barrilito de alcohol sujeto al cuello. El campesino se apresuró a tomar un buen trago y a envolverse en la manta. Después se tendió sobre la espalda del animal que, trabajosamente, le llevó hasta lugar habitado, salvándole la vida.
¿Sabéis, amiguitos qué hizo el campesino con su herencia? Pues fundar un hogar para perros como el que le había salvado, llamado San Bernardo. Se dice que aquellos animales salvaron muchas vidas en los inviernos y que adoraban a su dueño...

Fin

La Leona

Los cazadores, armados de lanzas y de agudos venablos, se acercaban silenciosamente.
La leona, que estaba amamantando a sus hijitos, sintio el olor y advirtió en seguida el peligro.
Pero ya era demasiado tarde: los cazadores estaban ante ella, dispuestos a herirla.
A la vista de aquellas armas, la leona, aterrada, quiso escapar. Y de repente pensó que sus hijitos quedarían entonces a merced de los cazadores. Decidida a todo por defenderlos, bajó la mirada para no ver las amenazadoras puntas de aquellos hierros y, dando un salto desesperado, se lanzó sobre ellos, poniéndolos en fuga.
Su extraordinario coraje la salvó a ella y salvó a sus pequeñuelos. Porque nada hay imposible cuando el amor guía las acciones.


Fin

Piel de Oso

Un joven soldado que atravesaba un bosque, fue a encontrarse con un mago. Este le dijo:
-Si eres valiente, dispara contra el oso que está a tu espalda.
El joven disparó el arma y la piel del oso cayó al suelo. Este desapareció entre los árboles.
-Si llevas esa piel durante tres años seguidos -le dijo el mago- te daré una bolsa de monedas de oro que nunca quedará vacía. ¿Qué decides?
El joven se mostró de acuerdo. Disfrazado de oso y con dinero abundante, empezó a recorrer el mundo. De todas partes le echaban a pedradas. Sólo Ilse, la hermosa hija de un posadero, se apiadó de él y le dio de comer.
-Eres bella y buena, ¿quieres ser mi prometida? -dijo él.
-Sí, porque me necesitas, ya que no puedes valerte por ti mismo -repuso llse.
El soldado, enamorado de la joven, deseaba que el tiempo pasase pronto para librarse de su disfraz. Transcurridos los tres años, fue en busca del mago.
-Veo que has cumplido tu promesa
-dijo éste-. Yo también cumpliré la mía. Quédate con la bolsa de oro, que nunca se vaciará y sé feliz.
En todo aquel tiempo, llse lloraba con desconsuelo.
-Mi novio se ha ido y no sé dónde está.
-Eres tonta -le decía la gente-; siendo tan hermosa, encontrarás otro novio mejor.
-Sólo me casaré con "Piel de Oso"
-respondía ella.
Entonces apareció un apuesto soldado y pidió al posadero la mano de su hija. Como la muchacha se negara a aceptarle, él dijo sonriente:
-¿No te dice el corazón que "Piel de Oso" soy yo?
Se casaron y no sólo ellos fueron felices sino que, con su generosidad, hicieron también dichosos a los pobres de la ciudad.


Fin

El Lirio



Sobre la verde orilla del río había crecido un bello lirio. Alta y erguida sobre su tallo, la flor reflejaba sus blancos pétalos en el agua y el agua quiso apoderarse de ella.
Cada onda que pasaba se llevaba consigo la imagen de aquella blanca corola, y transmitía su deseo a las ondas que aún no habían llegado a verla. Y así, todo el río empezó a agitarse, inquieto y veloz. No pudiendo apoderarse del lirio, tan bien plantado y alto sobre su robusto tallo, las olas se lanzaron furiosas contra la orilla, hasta que la riada arrasó toda la ribera, y también el lirio puro y solitario.
Las pasiones desorbitadas de los hombres, son tan difíciles de contener como las olas desatadas.



Fin

El Avaro Mercader



Erase un mercader tan avaro que, para ahorrarse la comida de su asno, al que hacía trabajar duramente en el transporte de mercancías, le cubría la cabeza con una piel de león y como la gente huía asustada,
el asno podía pastar en los campos de alfalfa.
Un día los campesinos decidieron armarse de palos y hacer frente al león.
El pobre asno, que estaba dándose el gran atracón, rebuznó espantado al ver el número de sus enemigos.
-Es un borrico! -dijeron los campesinos-. Pero la culpa del engaño debe ser cosa de su amo. Sigámosle y descubriremos al tunante.
El pobre asno emprendió la gran carrera hasta la cuadra del mercader; y tras él llegaron los campesinos armados con sus palos propinando tal paliza al avaro, que en varios días no pudo moverse. Al menos la lección sirvió para que aquel avaricioso alimentase a su asno con pienso comprado con el dinero que el fiel animal le daba a ganar.



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jose
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